Entre la calle 42 y Park Avenue, y muy cerca del Chrysler Bulding o la Quinta Avenida, se encuentra desde 1913 la Grand Central Terminal, la estación de tren más famosa de Nueva York y que tantas veces hemos visto en el cine.
Con nada menos que 100 años de historia y tras ser reformada en 1998 es sin duda uno de los lugares emblemáticos de Nueva York que no debes perderte.
Su visita es imprescindible para turistas y obligada para neoyorkinos que se mueven por la ciudad.
Historia de la Grand Central Terminal
Antes de la Grand Central Terminal, en este lugar se encontraba la Grand Central Depot, una estación inaugurada en 1873 y remodelada en 1899 renombrándose la estación como Grand Central Station.
En 1903 decidió remodelarse completamente la estación anterior
Comenzaron unas obras progresivas por la necesidad de soterrar las vías y electrificarlas que culminaron en 1913 año en el que inauguró la nueva estación con el nombre de Grand Central Terminal.
La Grand Central Terminal fue creciendo a medida que el tráfico ferroviario se hizo muy popular hasta los años 50 cuando el boom del automóvil hizo que los neoyorkinos comenzaran a moverse en este nuevo medio de transporte y la estación perdiera numerosos viajeros.
Para evitar su desaparición se creó un plan de modernizar la estación construyendo diversos rascacielos y centros comerciales.
Aunque en un principio se pensó construir un edificio mayor que el Empire, finalmente se abandonó la idea y se construyó el Pan Am Building, hoy llamado Metlife Building.
La visita a la Grand Central Terminal

La parte principal, y la más fotografiada, de la estación es su hall, llamado Vanderbilt Hall, una inmensa sala de espera donde no hay que perderse su decoración ni su techo.
Como curiosidad, hay que destacar que en el techo están representados los signos del zodiaco al revés.
Además, una zona del techo azul queda una zona oscura. Este hecho no se debe a un error en la restauración sino que se dejó así a propósito para recordar cómo era la estación anteriormente.
Si se baja a la zona de restaurantes se podrá visitar una zona poco conocida de la estación por los turistas, la Galería de los Susurros, donde gracias a la bóveda del techo dos personas situadas en distintas columnas alejadas pueden hablar perfectamente entre sí susurrando.