Hay viajes que se sueñan durante años y, cuando por fin llegan, todavía cuesta creer que sean reales. Así pasa con las Pirámides de Giza. Por mucho que las hayas visto en fotos, documentales o películas, nada se compara a la sensación de tenerlas delante. Lo más curioso es que no están perdidas en mitad del desierto, como uno podría imaginar: de repente, en medio del tráfico caótico de El Cairo, aparece esa silueta inconfundible recortada contra el cielo.
Visitar el recinto de Giza es una mezcla de emociones: asombro, respeto, un poco de vértigo histórico… y también mucha curiosidad. ¿Cómo pudieron levantar estas moles hace más de 4.500 años? ¿Qué secretos esconden sus pasajes interiores? Y lo mejor, cada paso dentro del complejo es distinto, porque las tres pirámides, la Esfinge, los templos y las mastabas forman un conjunto enorme que se disfruta con calma.
En este artículo te contamos cómo es recorrer el recinto, qué ver en cada rincón y algunos consejos prácticos para que aproveches la experiencia al máximo.
Qué ver en las Pirámides de Giza. Nuestra visita
Nosotros teníamos incluida la visita a las Pirámides de Giza en nuestro tour por Egipto pero si no es muy fácil visitarlas. Puedes hacer alguna de las siguientes excursiones:
Y recuerda que estas, aunque las más famosas, no son las únicas que puedes visitar en Egipto. Por eso te recomendamos leer nuestros artículos sobre Menfis y Saqqara y el de las Pirámides de Meidum y Dashur, que para nosotros son las mejores.
Por qué se construyeron las pirámides
Antes de adentrarnos en las Pirámides de Giza, conviene entender un poco el mundo que las vio nacer. Durante el Imperio Antiguo, entre el 2686 y el 2181 a.C., los faraones eran considerados seres divinos, mediadores entre los humanos y los dioses. Para ellos, la muerte no era el final, sino un paso hacia una vida eterna. Por eso, las pirámides no eran solo tumbas monumentales, sino auténticas residencias para el más allá, equipadas con templos, tesoros y barcas solares que acompañaban al faraón en su viaje con el dios sol, Ra.
La construcción de estas gigantescas estructuras requería una organización impresionante. Miles de trabajadores, desde obreros hasta artesanos especializados, se asentaban en poblados cercanos y trabajaban en equipos coordinados. Los enormes bloques de piedra, a veces transportados desde canteras lejanas, se movían mediante rampas, trineos y sistemas de palancas, demostrando un conocimiento avanzado de ingeniería y matemáticas.
Cada pirámide formaba parte de un complejo funerario más amplio, con templos, mastabas y monumentos alineados según principios astronómicos y religiosos. Su tamaño, ubicación y orientación no solo reflejaban el poder del faraón, sino también la relación que la sociedad egipcia establecía con el cosmos y la vida después de la muerte.
Entrando en el recinto arqueológico
El día comenzó en el hotel, cuando subimos al autobús con nuestro guía. Durante el camino hacia Giza, que dura unos 40 minutos desde el centro de El Cairo, las calles estaban llenas de tráfico caótico con coches que parecían ir por libre, muy al estilo de la capital egipcia. Mientras tanto, el guía nos iba contando historias de los faraones y anécdotas sobre la vida en Egipto actual.
A medida que nos acercábamos a la meseta de Giza, la ciudad quedaba atrás y, de repente, apareció en el horizonte una silueta que todos reconocimos al instante: la Gran Pirámide de Keops. Fue un momento emocionante, porque hasta entonces era “la típica imagen de los libros”, y de pronto la teníamos ahí delante, inmensa, recortada contra el cielo del desierto.
Al llegar al recinto, pasamos el control de seguridad y recogimos las entradas. El guía nos recomendó llevar siempre agua a mano, sombrero y protector solar, porque dentro del complejo casi no hay sombra. Y tenía razón, el sol caía a plomo y la explanada se extendía inmensa, con gente de todas partes del mundo, camellos esperando a los turistas y familias egipcias que también se acercaban a conocer este lugar sagrado.
Ese primer contacto fue impresionante. No era solo ver las pirámides sino sentir el ambiente de un sitio donde la historia y la vida cotidiana se mezclan en un escenario único. Estábamos allí y el corazón latía a mil.
La Gran Pirámide de Keops
Nuestro guía nos llevó primero hacia la Gran Pirámide de Keops, la más imponente de todo el conjunto. A medida que nos acercábamos nos sorpendió observar cómo los bloques de piedra, que desde lejos parecen pequeños, resultaban gigantescos al tenerlos enfrente. Cada uno podía medir hasta dos metros y pesaba varias toneladas… y pensar que todo esto fue levantado hace más de 4.500 años sin grúas ni tecnología moderna nos dejó sin palabras.
El guía nos explicó que originalmente estaba recubierta de piedra caliza blanca que brillaba con el sol, de manera que debía verse como una auténtica montaña de luz en medio del desierto. Hoy apenas quedan restos de ese revestimiento en la base, pero aun así la pirámide sigue imponiendo.
Nos acercamos a la entrada para ver de cerca el acceso al interior. Ese día no pudimos entrar porque las entradas ya se habían agotado. Solo unos pocos pueden entrar cada día.
Lo que cuentan los que han entrado
El pasillo es estrecho, con techo bajo, y obliga a caminar encorvado durante buena parte del recorrido. Sin embargo, llegar a la Cámara del Rey, con su sarcófago de granito vacío, compensa el esfuerzo. Allí, en medio de ese silencio sepulcral, uno no puede evitar imaginar cómo debió ser el ritual de enterramiento del faraón más poderoso de su tiempo.

En el exterior, nuestro guía nos mostró también las pirámides de las reinas, más pequeñas pero alineadas con precisión junto a la Gran Pirámide, y el museo donde se conserva la Barca Solar de Keops, que fue hallada enterrada junto al monumento para acompañar al faraón en su viaje al más allá.
Esa primera visita ya era suficiente para dejarte con la sensación de estar en un lugar irrepetible, pero aún quedaba mucho más por descubrir en Giza.
Un record difícil de superar
Durante siglos, fue el edificio más alto del mundo con sus 146 metros originales, hasta que en el año 1311 la catedral de Lincoln, en Inglaterra, le quitó el puesto. Es decir, ¡la pirámide mantuvo el récord de altura durante más de 3.800 años!
La Barca Solar de Keops
Muy cerca de la Gran Pirámide se descubrió en 1954 un hallazgo sorprendente: la barca solar de Keops. Estaba enterrada en una gran fosa de piedra y desmontada en más de 1.200 piezas, como si fuera un gigantesco puzle de la antigüedad. Los arqueólogos tardaron años en reconstruirla y hoy puede visitarse en el museo que se levantó junto al recinto.
La barca mide más de 40 metros de largo y está hecha únicamente de madera de cedro, ensamblada sin un solo clavo de metal.

Las barcas solares tenían un fuerte significado religioso en el Antiguo Egipto. Se creía que el faraón, tras su muerte, debía acompañar al dios Ra en su viaje diario a través del cielo, navegando de día con el sol y de noche por el mundo subterráneo. Estas embarcaciones simbólicas aseguraban que el rey pudiera cumplir ese recorrido eterno y renacer junto al sol cada mañana. Por eso, enterrarlas junto a la pirámide era una forma de garantizarle al faraón la vida eterna y la unión con los dioses.
Pirámide de Kefren
Desde la Gran Pirámide pusimos rumbo a la segunda gran joya de la meseta, la Pirámide de Kefrén. Ya de lejos llama la atención porque, aunque es un poco más baja que la de Keops, da la sensación de ser más grande. El motivo está en que fue construida sobre un terreno ligeramente más elevado y todavía conserva en la parte superior parte de la piedra caliza blanca que originalmente recubría todas las pirámides.
Nuestro guía nos explicó que Kefrén, hijo de Keops, quiso dejar su huella levantando esta pirámide en torno al 2520 a.C., con unos 143 metros de altura original. Aunque en su interior es más sencilla, con una única cámara funeraria, la impresión que causa por fuera es simplemente espectacular.

Lo más curioso es que desde esta pirámide parte un antiguo pasadizo subterráneo que conecta con la Esfinge, la gran guardiana del desierto que veríamos después. Imposible no pensar en el ingenio y el misterio que rodeaba a estas construcciones.
Pirámide de Micerino
Después de recorrer Kefrén, nos dirigimos a la Pirámide de Micerino, la más pequeña de las tres principales. Con apenas 65 metros de altura, podría parecer menos impresionante, pero de cerca se aprecia su delicadeza y la precisión con la que fue construida. A su alrededor se encuentran tres pirámides secundarias, más pequeñas, que servían probablemente para las esposas o familiares del faraón.
Nuestro guía nos explicó que, aunque perdió casi todo su revestimiento original de piedra caliza y granito, esta pirámide no deja de ser un ejemplo de la ambición y la perfección de la arquitectura egipcia. A diferencia de Keops o Kefrén, en su interior no se conserva el sarcófago, que se perdió hace siglos, pero aun así caminar alrededor y contemplarla desde distintos ángulos permite imaginar la grandeza de los rituales funerarios que allí tenían lugar.

La visita a Micerino nos dio una perspectiva completa del conjunto. Las tres pirámides principales forman una línea recta perfecta, y cada una refleja el poder y la visión de su faraón, además de la sofisticación de la ingeniería de hace más de 4.500 años.
La Esfinge: guardiana de Giza
Tras recorrer las tres pirámides, nos acercamos a la Esfinge, el monumento más enigmático del complejo. Su imponente cuerpo de león con cabeza humana parece vigilar todo el recinto, y no es para menos: se cree que fue construida por orden de Kefrén para proteger su pirámide y simbolizar la fuerza y el poder del faraón.

Al acercarnos, nos dimos cuenta de lo enorme que es ya que mide unos 73 metros de largo y 20 metros de altura. La erosión y el paso de los siglos han desgastado su rostro y sus patas, pero aun así transmite una presencia imponente. Nos contaron que antiguamente estaba pintada, y que las cejas, los labios y la barba postiza estaban recubiertos de colores vivos y materiales preciosos.
La estela del sueño
La famosa Estela del Sueño cuenta que el faraón Tutmosis IV soñó que la Esfinge le pedía que la liberara de la arena. Este mito muestra la importancia simbólica y espiritual que tenía la Esfinge incluso siglos después de su construcción.
Un detalle fascinante es que la Esfinge está alineada con precisión astronómica, mirando hacia el este, y que durante siglos ha sido objeto de teorías y misterios: desde túneles secretos hasta asociaciones con constelaciones y rituales solares. Estar frente a ella nos provocó la sensación de que estábamos conectando directamente con la historia más antigua de Egipto, un instante que se queda grabado en la memoria.
Templos y mastabas. Recorriendo los detalles del complejo
Después de contemplar las tres pirámides y la Esfinge, nos adentramos en los templos funerarios y las mastabas, elementos que completan el conjunto de Giza y permiten entender cómo vivían y honraban a los faraones.
Lo primero que visitamos fue la calzada procesional de Kefrén, un camino pavimentado que conecta su pirámide con el templo funerario. Caminar por él hace imaginar las ceremonias y rituales que se realizaban en honor al faraón, con procesiones de ofrendas, sacerdotes y música, todo en un entorno cuidadosamente planificado.

Alrededor de las pirámides se encuentran numerosas mastabas, tumbas rectangulares de los nobles y funcionarios que servían a los faraones. Cada una refleja jerarquías sociales y creencias religiosas de la época. Algunas conservan inscripciones y relieves con escenas de la vida cotidiana, sacrificios y ofrendas funerarias, que permiten asomarse a la vida de hace más de 4.500 años más allá de los reyes.
Los templos funerarios eran lugares donde se rendía culto al faraón tras su muerte. Construidos con enormes bloques de piedra, conservan parte de sus muros originales y muestran detalles arquitectónicos impresionantes. Columnas, muros decorados con bajorrelieves y la disposición de los pasillos reflejan un simbolismo cuidadosamente pensado, combinando arte, religión y astronomía.
Pasear por estos templos y mastabas permite entender que Giza no es solo un conjunto de pirámides, sino un complejo vivo, donde cada elemento tiene un propósito y un significado. Desde aquí, uno puede imaginar los rituales, las ofrendas y la devoción de los antiguos egipcios, y cómo todo estaba organizado para asegurar la eternidad del faraón y su unión con los dioses.
Visitar y entrar a las pirámides. Unos consejos
Visitar las Pirámides de Giza es una experiencia única, pero para aprovecharla al máximo conviene tener en cuenta algunos consejos prácticos que sirven en cualquier época del año:
- Planifica tu recorrido: El complejo es enorme. Te recomendamos empezar por la Gran Pirámide de Keops, seguir con Kefrén y Micerinos, y terminar visitando la Esfinge y los templos funerarios. Así irás comprendiendo la disposición y el significado de cada monumento mientras avanzas.
- Combina exteriores e interiores: Si tienes oportunidad de entrar en alguna de las pirámides, recuerda que los interiores son estrechos y requieren agacharse en algunos tramos. Recorre primero el exterior para tomar perspectiva y luego adéntrate en las cámaras para una experiencia más intensa.
- Si quieres entrar a las pirámides, ten en cuenta que no todas permiten el acceso al interior todos los días. La Gran Pirámide de Keops, por ejemplo, tiene un pasadizo estrecho que conduce a la Cámara del Rey, y solo unos pocos visitantes pueden entrar cada día, así que conviene planificarlo bien en tu visita. Las pirámides de Kefrén y Micerino también son visitables, aunque alternadamente, y el recorrido interior es más corto y sencillo.
- Protección solar y comodidad: Lleva agua, sombrero o gorra, y protector solar. El sol en el desierto puede ser muy intenso, y dentro del recinto apenas hay sombra. Calzado cómodo es imprescindible, ya que caminarás sobre arena, piedra y grava.
- Respeta el entorno: Algunas áreas son sensibles y se conservan como en la antigüedad. No subas a las pirámides ni toques los monumentos, y sigue las indicaciones del personal del recinto.
- Tómate tu tiempo: Más allá de las fotos, dedica unos minutos a observar los detalles de las pirámides, los templos y las mastabas. Cada relieve, orientación y construcción tiene un significado histórico y religioso que enriquece la visita.
- Observa la vida alrededor: No todo es historia antigua. Los camellos, vendedores locales y visitantes de todo el mundo forman parte de la experiencia, mostrando cómo este lugar sigue siendo un punto de encuentro entre pasado y presente.
- Visitas guiadas: Aunque se puede recorrer por libre, un guía aporta contexto, curiosidades y anécdotas que no encontrarás en los paneles informativos, haciendo la experiencia mucho más completa.
Puedes encontrar más información en la página oficial de las Pirámides de Giza.

